Mis 2 errores más frecuentes a la hora de cumplir propósitos de año nuevo
y 5 trucos para evitarlos (aplicables a metas en general, no solo de año nuevo)
Desde la infancia me ha encantado hacer listas con propósitos de año nuevo, así que, como podrás imaginarte, a lo largo de estos años he cometido muchos fallos a la hora de ponerme con ellos. En este artículo te cuento mis 2 errores más frecuentes a la hora de cumplir propósitos de año nuevo y cómo evitarlos (que también es aplicable a propósitos y metas en general, no solo a los propósitos de principios de año).
Por qué merece la pena ponerse propósitos de año nuevo
Los propósitos de año nuevo forman parte de los rituales más seguidos en todo el mundo.
Sin embargo, la mayoría los abandona pronto. ¿Sabías que en EEUU tienen incluso un “Día Nacional de abandonar los propósitos de año nuevo“, que cae el 17 de enero (se supone que más o menos cuando muchos ya han dejado sus propósitos)?
La verdad, probablemente, quien no ha fallado nunca con sus propósitos de año nuevo es porque no se los ha puesto.
Con este panorama, es normal dudar si merece la pena o no ponerse propósitos en año nuevo…
Pero entonces, ¿por qué es de todos modos tan popular hacer listas con propósitos?
La principal razón es lo que Gretchen Rubin llama la estrategia del clean slate.
Básicamente se basa en algo que todos hemos experimentado, y que además, está comprobado por algunos estudios: cuando hay un gran cambio en nuestro entorno, es mucho más fácil cambiar nuestro comportamiento.
En esta categoría de “grandes cambios” entran cosas como mudanzas, cambios en la familia, en cuestiones de trabajo… y cómo no, el comienzo de un año nuevo en enero.
A mi me recuerda al “efecto cuaderno nuevo”: al ver tantas páginas en blanco y tan limpias, me dan ganas de cuidar más lo que escribo y cómo lo hago.
En definitiva, los nuevos comienzos traen mucha fuerza y sería una lástima no aprovecharlo.

2 errores muy comunes a la hora de ponerse con los propósitos
Por desgracia, solemos perder el impulso inicial de los propósitos por motivos varios, muchos incluso muy obvios una vez que los identificamos, pero que aún así cuesta recordarlos cuando se está en medio del “meollo”.
En mi caso, he observado que la mayoría de las veces que no logro cumplir con mis metas, se debe a uno de estos 2 errores de cálculo:
Error 1 – pensar que solo porque empiece una etapa nueva, voy a tener el tiempo, la energía, la constancia y la suerte que no había tenido hasta ahora
El cambio de año es solo una convención: los humanos hemos inventado el concepto “mes” y lo que dura.
Y además, por mucho que se hable de “borrón y cuenta nueva”, no es que todo empiece desde 0 con el año nuevo o cualquier otro cambio mayor.
Nosotros seguimos siendo mayormente como éramos; nuestro entorno también.
Tendremos responsabilidades similares, nuestro cuerpo es el mismo…
De ahí que una vez que hemos elegido una buena meta, hace falta pensar en los recursos que necesitamos para avanzar en esa dirección: encontrar el tiempo y buscar las estrategias que nos funcionen para poder mantener la disciplina.
Error 2- pensar que mi meta va a estar “resuelta” en unos días o semanas
Esto también parece muy obvio, pero cada vez veo más a menudo que no soy la única con este problema.
Además, los propósitos de año nuevo son, como dice el nombre, para conseguirlas en el año: si la pudiéramos terminar en un mes, realmente seria una meta del mes; si se puede conseguir en un día, en vez de llamarse meta, sería una tarea en la lista de cosas por hacer hoy.
Esto quiere decir que el camino hasta conseguir el propósito va a durar.
Y como todo lo que dura, tendrá fases más fáciles y otras más difíciles o incluso aburridas, sin la ilusión del comienzo.
Pero que haya momentos que cuestan más no indican obligatoriamente que estemos haciendo algo mal.
Cómo evitar estos errores a la hora de cumplir propósitos
Como la energía inicial de los propósitos no dura tanto, para mantener la motivación, hace falta algo de estrategia.
En la práctica, estos son algunos de los trucos que más me ayudan a evitar los errores que vimos antes:
1- Elegir para el día a día acciones que puedo hacer aunque esté cansada
Es muy tentador querer aprovechar el impulso del comienzo para hacer mil cambios y proponerse grandes actos.
Por ejemplo, si mi propósito tiene que ver con hacer más ejercicio, algo común sería salir a correr hoy mismo, pasar unas cuantas horas en un gimnasio… y terminar tan cansada que el próximo día que me toque entrenar, me será muy fácil encontrar alguna excusa (“hoy hace mal tiempo”, “aún me duele el cuerpo de la última vez”, “esta semana va mal porque tengo mucha faena”…).
Pero para crear hábitos es más importante la constancia que el ímpetu de unos cuantos días.
Por eso, es mejor decidir actos modestos que sean fáciles de mantener regularmente, y a ser posible, casi sin esfuerzo.
James Clear los llama “hábitos atómicos” porque son minúsculos, pero en definitiva, forman la base desde donde se forma todo lo demás.
Él pone como ejemplo cosas tan ridículamente pequeñas como “ponerse las zapatillas de correr y dar una vuelta al bloque” o “ir al gimnasio y entrenar solo 5 minutos” y obligarse a mantener eso unos cuantos días, de manera que uno casi está suplicando por aumentarlo.
Puede parecer demasiado poco ambicioso, pero es increíble lo lejos que se puede llegar avanzando con paciencia y a pasitos pequeños.
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2- Tener gestos “mejor que nada”
Como acabamos de ver, ya de por sí es buena idea definir acciones regulares muy, muy pequeñas.
Pero cuando por lo que sea, ni siquiera podemos cumplirlo (porque la verdad, la vida trae muchos imprevistos), es útil tener un plan “de excepción”.
No tiene que ser nada rebuscado: es simplemente un gesto que nos recuerde que seguimos con nuestro propósito.
Por ejemplo, volviendo al propósito de antes de hacer más deporte, si pillo un resfriado y estoy un par de días sin muchas fuerzas, podría decidir que es suficiente con hacer rotaciones de tobillo mientras estoy sentada en el sofá.
No es gran cosa, pero ya es mejor que nada.
3- No abandonarlo todo solo por tener pausas
… también conocido como el efecto del “todo o nada”.
El ejemplo típico es la situación en la que uno está a dieta, un día come un par de galletas más de la cuenta y ya piensa “total, para esto, ya lo dejo por hoy y vuelvo a comer sano a partir de mañana…”. Y ese día se da carta blanca para comer todo lo que no había comido anteriormente.
Ser flexible en sí es bueno, pero el problema en este caso es que es fácil encadenar un día tras otro, hasta que decidimos que ya no merece la pena seguir con nuestro propósito y lo dejamos.
Lo peor de abandonar las metas no es ni dejarlas o no cumplirlas, sino la sensación interior de remordimiento que nos queda.
Incluso cuando pensamos que lo hemos dejado de forma voluntaria (por cualquier excusa que nos pongamos), siempre queda una maligna vocecita interna que en el momento menos esperado saldrá a decirnos: “¿recuerdas cuando te propusiste x y no lo llevaste a cabo? Si ni siquiera pudiste con eso, quizá es que no tengas lo que hay que tener para conseguir lo que te propones…”, para sabotearnos en un futuro.
Para evitar este “todo o nada”, me gusta recordar una expresión japonesa que viene a decir que si nos caemos 7 veces (porque nos caeremos), solo hay que levantarse 8, Nana korobi, ya oki (por cierto, la que sale en el vídeo de este enlace es mi madre).
En definitiva, tener pausas o recaídas en malos hábitos no quiere decir que no podamos volver a retomarlo donde lo dejamos o incluso comenzar de nuevo, con toda la calma del mundo.
4- Revisar regularmente
Como los buenos propósitos suelen alargarse en el tiempo, es útil apuntar, llevar registros… a algunos les sirve hablar de sus logros con gente de su entorno o asociarse con otras personas con metas similares.
Una de las ventajas de hacer revisiones es que nos recuerda lo que estamos avanzando y nos da pistas sobre si vamos por el camino adecuado o si es hora de cambiar algo.
También nos ayuda a analizar qué está funcionando y qué no (por ejemplo, si he tenido alguna pausa como las del punto 3)
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5- Centrarse en la evolución (no perfección)
Con nuestros propósitos buscamos más que cumplir metas por el hecho de cumplirlas: lo que realmente anhelamos es una evolución personal.
En otras palabras, nos ponemos propósitos porque pensamos que lograrlo nos hará ser como nos gustaría ser.
Y obviamente, esto es así, sobre todo si elegimos buenas metas.
Pero incluso cuando no conseguimos cumplir al 100% lo que nos hemos propuesto, el simple hecho de haberlo intentado y reflexionado sobre cómo hacerlo ya nos ha hecho avanzar en nuestro camino. ¿No es esto lo que cuenta en definitiva?
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Desde luego si empezamos con un primer paso, ya eso está muy bien , aunque no nos dure todo lo que quisiéramos.
Si el propósito del nuevo año nos ayuda a dar un pequeño pasito de algo , creo qye eso es ya un comienzo del nuevo desafío
De todos modos muchísimas gracias por dar unos trucos para poder seguir con el propósito.
La verdad es que somos demasiado exigentes con nosotros mismos. Hay que alegrarse con el pequeño logro de hoy mismo
Es verdad. Qué difícil es encontrar ese equilibrio entre estar satisfecho con lo que se ha conseguido y mantener la actitud de seguir avanzando!
Hace unos días terminé de leer «Hábitos Atómicos», muy recomendable.
Estupendo, ¿verdad? Qué casualidad que lo hayas terminado justo ahora! (aunque realmente es que es muy buena época para el libro)