¿Por qué nos cuesta decir que estamos bien?
Una reflexión sobre por qué siempre intentamos sacarle pegas a cualquier situación, como si la vida fuera un concurso de “a quién le va peor”

En mis últimas vacaciones, una mañana de esas en las que no hay prisa, los niños vinieron a remolonear a la cama donde dormimos mi marido y yo.
Y ahí estuvimos un buen rato.
Escuchando de fondo cómo mi marido y mi hijo menor roncaban plácidamente, mi hijo mayor (que aunque sea el mayor aún tiene la tierna edad de 5 añitos) me abrazó en silencio.
Y hubo un momento en el que pensé: “¡esto es felicidad, tengo todo lo que necesito!”.
Pero no describo esto para “presumir”: lo que en una novela parecería toda una escena idílica (en una película la escena duraría por lo menos media canción) me duró realmente solo un fragmento de segundo, porque por lo cabeza me empezaron a pasar enseguida pensamientos del tipo: “lástima que este tipo de momentos en los que todo va bien no duran” o “ay, cómo echaré de menos esta paz cuando venga la calamidad de turno”.
No te pasa también que a veces te parece que “queda mal” decir que todo va “bien”?
¿Que parece que hay que justificar que “aunque ahora estamos todos sanos (o lo que sea), falta esto y esto y lo otro? (por cierto, si me pongo, también puedo contar muchas razones por las que siento que la vida no va como debe. Que todo esté bien en un momento concreto no quiere decir que no tenga miedos, preocupaciones o tristeza).
Entiendo que igual no es oportuno decirle a una amiga que está sufriendo en el momento “pues a mi me va todo perfecto”, pero últimamente estoy volviéndome de la idea de que “guardar las apariencias para que nadie se sienta mal si me va mejor” es innecesario dentro de la cabeza propia.
Creo también está la idea bastante común de que cuando las cosas van bien, hay que tener miedo a reconocerlo, no vayamos “a gafarlo”.
Es como si porque un aspecto va bien, hubiera que pagarlo sufriendo en otro, y por eso, para que no te pase “la factura” Dios o el universo o en lo que creas, te aseguras dejar claro todo lo que no va tan bien, lo que podría mejorar o simplemente que ahora va bien “pero seguro que dura poco”.
Pero en realidad, siempre pasan cosas tristes y malas, da igual que antes hayamos tenido mucha suerte o no (esto no está basado en ningún estudio ni nada, pero en mi humilde experiencia, diría que es al contrario: normalmente las calamidades se suceden, sin tener mucha relación con antes te haya pasado algo estupendo o no).
O desde un ángulo distinto, a veces se siente remordimiento por sentirse feliz sabiendo la de gente que hay sufriendo o que ya no tiene la suerte de estar aquí (y esto es algo que tengo muy presente tras este último par de años que ha vivido el mundo).
Y la verdad, estoy empezando a pensar que rebajar el valor de lo bueno del momento es un desperdicio de bienestar.
Un psicólogo y autor que me encanta es Rick Hanson.
Aparte de que es un encanto de señor cuando se le ve en vídeos o se le escucha hablando, me gusta mucho su mensaje: aplica resultados de estudios sobre la estructura del cerebro a nuestros sentimientos.
Es decir, que no te dice algo tipo:
“llena tu cabeza de pensamientos positivos porque creas tu realidad con la mente” como igual hacen algunos libros de autoayuda, sino que tiene un modo claro (y basado en estudios científicos) de mostrar cómo centrarse en las experiencias afecta de forma positiva a las neuronas.
(Aclaración: no estoy juzgando ningún tipo de libro autoayuda; solo quiero decir que Rick Hanson me parece muy recomendable)
Y uno de los puntos de su filosofía que más me gustan es el de “saborea EL MOMENTO en el que disfrutas lo positivo”.
Según Rick Hanson, la mente actúa como Teflón para lo bueno y como Velcro para lo malo.
No es una idea nueva que la evolución premiaba a los humanos que se fijaban más en lo negativo que en lo positivo.
Pero a la vez, hay cada vez más teorías que dicen que hoy en día estamos tan enganchados a fijarnos en lo negativo, que ahora nos suele traer más daño que beneficios.
Y por eso, lo que recomienda Rick Hanson es algo muy sencillo pero que para mi me resultó un gran descubrimiento cuando lo leí por primera vez: que cuando tengamos un momento positivo, intentemos “quedarnos” una o dos respiraciones más saboreando ese estado positivo.
Como lo llama él: “take in the good” (acepta lo bueno).
De ese modo, las neuronas “entrenan” apreciar lo positivo, que no solo sienta bien sino que además es beneficioso para nuestra salud.
Por eso, cuando aquella mañana me vinieron los pensamientos de “qué lástima que este tipo de momentos sean la excepción”, recordé la teoría de Rick Hanson y me esforcé en aplicarla.
Lo curioso es que realmente tengo que hacer el esfuerzo: recordarme que por sentirme feliz no le estoy quitando bienestar a nadie y que estar satisfecha con mi vida no es ser engreída, sino agradecida.
Seguro que también conoces a alguien que cuando tiene cualquier conversación, parece que está en un concurso de a ver a quién le va peor: si no es lo mucho que tiene que trabajar, es lo asqueroso que está el tiempo, lo mal que va la política o lo estúpida que es la humanidad.
Todos terminamos huyendo de este tipo de compañía: no dejemos que el interior de nuestras mentes tome ese tono.
Me ha encantado leer este artículo.
Me has hecho recordar saborear cada momento. Desde luego si no lo valoramos esos momentos de felicidad, desperdiciamos los momentos agradables de la vida.
La acumulación de esos momentos preciosos nos hace merecer vivir. Este artículo me lo ha recordado. Muchisimas gracias!